jueves, enero 04, 2007

Los buenos versos: Emiliano Zuleta Baquero (1912-2005)

No es fácil encontrar versos tan bien hechos como los del colombiano Emiliano Zuleta. En Chile abundan ejemplos de buenos compositores de versos, de esos que se cantan: Sergio Vera Morales, de Coya, Salvador Pérez Medina, de Chancón, Abel Fuenzalida y Domingo Pontigo, ambos de Melipilla, son algunos. Pero no tenemos acá nada parecido a La gota fría, el único vallenato que “me sé”, con lo poco que conozco de la música y la poesía popular caribeña. Versos sencillos, no fáciles, cantables y bailables, en los que se nos cuenta un duelo, una “piquería”, entre dos decimeros, uno novato –Zuleta- y otro experimentado –Lorenzo Morales-, al estilo de los contrapuntos chilenos entre el patrón y el peón, el diablo y el huaso, etcétera. El duelo entre los dos cantores, que se inició el año 38, con esta canción, duró 9 años.

Acordate Moralito de aquel día
que estuviste en Urumita
y no quisiste hacer parranda.
Te fuiste de mañanita
sería de la misma rabia.
Te fuiste de mañanita
sería de la misma rabia.

En mis notas soy extenso
a mí nadie me corrige.
En mis notas soy extenso
a mí nadie me corrige.
Para tocar con Lorenzo
mañana sábado, día de la Virgen.
Para tocar con Lorenzo
mañana sábado, día de la Virgen.

Me lleva él o me lo llevo yo
pa' que se acabe la vaina.
Me lleva él o me lo llevo yo
pa' que se acabe la vaina.
Ay! Morales a mí no me lleva
porque no me da la gana.
Moralito a mí no me lleva
porque no me da la gana.

Qué cultura, qué cultura va a tener
un indio yumeca como Lorenzo Morales
qué cultura va a tener
si nació en los cardonales
qué cultura va a tener
si nació en los cardonales

Morales mienta mi mama
solamente pa' ofender.
Morales mienta mi mama
solamente pa' ofender.
Para que él también se ofenda
ahora le miento la d' él.
Para que él también se ofenda
ahora le miento la d' él.

Me lleva él o me lo llevo yo
pa' que se acabe la vaina.
Me lleva él o me lo llevo yo
pa' que se acabe la vaina.
Ay! Morales a mí no me lleva
porque no me da la gana.
Moralito a mí no me lleva
porque no me da la gana.

Moralito, Moralito se creía
que el a mí, que él a mí me iba a ganar
y cuando me oyó tocar
le cayó la gota fría,
y cuando me oyó tocar
le cayó la gota fría.
Al cabo 'e la compartía
el tiro le salió mal.
Al cabo 'e la compartía
el tiro le salió mal.

La gota fría registra un contrapunto que echa mano de la ofensa y las sacadas de madre, para rematar con final tan sentencioso que convierte al sujeto de los versos en el vencedor de la partida, sin posibilidad de revancha. A esta canción debe su fama Emiliano Zuleta, el viejo Mile, un hijo de cantores de los llanos, que creció escuchando coplas con ritmo de merengue (“Para la gallina, el mai / pa los pollos, el arroz / para las viejas, los viejos / para las muchachas, yo”) y se hizo acordeonero (una categoría equivalente a los guitarroneros de acá) con una acordeón robada a uno de sus tíos, de lo cual se disculpó naturalmente componiendo un merengue: “Le vivo rogando a Dios / que me perdone mi tío / por culpa de un acordeón / que yo me llevé escondío”.

Emiliano Zuleta comenta así la génesis de La gota fría: “Resulta que yo en las parrandas desde que me inicié era muy voluntarioso, porque a mí me gustaba mucho el traguito y la única forma de ganármelo, era tocando o haciendo cualquier cosa que diera mérito. Así, aprendí a tocar guacharaca, caja, bombo y redoblante. Pero después, de brinco en brinco, yo fui haciendo mis pinitos para tocar el acordeón y cada vez que me tropezaba con un acordeón, yo le sacaba mis notas con mucho fundamerto. Esto hizo que un grupo de amigos del Plan hicieran una colecta para juntar la plata y compráme mi primer acordeón. Me dieron once pesos y me mandaron con dos amigos a Valledupar para que comprara un ‘acordeón tornillo e’ máquina’ que había llegao a la tienda de Jacobo Luqué. Como la carretera era mala nos tocó salir por la Jagua y atravesar por la región de las Raices, Martín Ramo, Guacochito y Guacoche. Resulta que pasando por Guacoche, sentimos una parranda; le dije a los compañeros, vamos a arrimar a esta parranda que me ha llamao la atención. Y llegamos allá. Estaba tocando Lorenzo Morales, en un acordeón ‘Tornillo e’ máquina’... Nuevecita el acordeón... yo me paré ahí, con los compañeros de travesía, pero como nadie me conocía, me entró una inconformidá. Claro que yo me venía tomando unos traguitos y estaba que me tocaba, pero me daba pena, repito, porque no conocía a nadie y no quería ser un fantasioso de presentarme yo mismo. De tal manera que no me quedó otro remedio que acercarme a uno de los dueños de la parranda y le dije: “Oiga, yo también toco mis cositas en el acordeón y me gustaria tocá el acordeón que está cocando ese músico. Cómo llaman ese músico? El me dijo, llaman Lorenzo Morales’. “Entonces el amigo ocasional volvió y me dijo, usted sabe tocá, yo le respondí: No, estoy aprendiendo, pero que vá. Yo en mi interior después de oírlo tocar a él (a Morales) yo me decía, en este acordeón nuevo, yo tengo que tocá más que este hombre. Y se cumplieron mis deseos, conseguí que ese señor me prestara el acordeón de Lorenzo Morales y comencé a tocá. Recuerdo que toqué dos piezas. Eso sí, bien tocadas. Ah... le eché uno que otro verso a Moralito. De pronto callé el instrumento. Ahora viene lo bueno. Antes se usaba que el primer trago se servía para el acordeonero, el segundo para el cajero y el tercero para el guacharaquero. Cuando yo cerré el acordeón; se creía que ese trago era para mi compadre Lorenzo Morales por ser el dueño del acordeón y resulta que me lo dieron a mí. Eso llenó de celos a Morales y ahí nació la contienda de unos versos contra otro. Esa piquería se inició en el 38. Duró unos nueve años y creo que hicimos unas 40 canciones cada uno”.

Lorenzo Morales respondió cuanto pudo a Zuleta, pero ninguna de sus composiciones alcanzó la popularidad de La gota fría. Es como si los versos tuvieran una camisa de fuerza, como se ve en este fragmento.

La Carta

Le mandé a decí a Emiliano Zuleta
que para los carnavales me espere,
que quiere tocar las teclas conmigo
y así como yo le digo él no puede.

Emiliano está inocente, compadre,
que ya Moralito vino a su tierra;
está en una carta escrita en el Valle
pa' mandásela a Emiliano a la sierra.

Si Emilianito supiera, compadre,
la rutina de Lorenzo Miguel,
no saldría más a la calle
y tampoco se metiera con él.

Cuenta la leyenda que La gota fría se hizo popular en 1969, en el senado colombiano, cuando el ministro de relaciones exteriores utilizó los versos de la canción para retar a un senador. La canción, que recoge el habla suelta del propio Zuleta, encerraba un misterio, una imagen enigmática: caerle a alguien la gota fría es caerle la desgracia. La frase era de su madre y formaba parte de un consejo: hay que cuidarse de la gota fría, vale decir, hay que cuidarse de la cárcel. Los pobres pillos, los ladrones, eran sometidos a la tortura de tener que permanecer de pie, inmóviles, bajo una gota de agua que caía permanentemente en medio de sus cabezas, día y noche.