Bonsai
Leí hace un tiempo Bonsai, de Alejandro Zambra. Quería escribir algo acerca de este libro, que tanta polvareda ha levantado entre algunos escritores santiaguinos. Las razones del "desasosiego" son diversas, y ninguna atendible:
1. Alejandro es poeta y se metió a escribir novelas. Para algunos, ser "poeta" es lo contrario de ser "narrador". Rara cosa.
2. El libro fue editado por Anagrama: !El libro de un debutante, en un país en que hay narradores de carrera! ¿Por qué Anagrama no publicó a otros, a los que por turno les habría correspondido?
3. El libro es muy breve para ser una novela!!!
Bonsai es un libro bellísimo, contenido, armado a partir de los frágiles fragmentos que podemos asir de la realidad. En Bonsai, como en la vida, el tiempo es una resta vertiginosa que va dejando a su paso retazos de algo, de aquello que nos consume, y que se lleva consigo momentos, largos momentos que parecían eternos, y los sumerge en un mar lejano, parecido al de los sueños. La novela comienza justamente con la enunciación de la resta del tiempo: Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura. El resto: el lector ve emerger ante sus ojos imágenes rescatadas de una secuencia temporal que se extingue.
"Es una historia de amor", me contó un amigo que leyó primero la novela. Nada más simple que una historia de amor, y nada menos pretencioso. Alejandro podría haber recurrido a fórmulas narrativas previsibles; podría haber dispuesto un escenario con todos sus detalles, ataviar a sus personajes con características, oficios y formas de actuar excéntricas, podría haber creado situaciones al límite de la verosimilitud. Sin embargo, se quedó más acá, para hablarnos simplemente de lo escuetas que son las historias cuando terminan.
Al leer Bonsai, recordé el símil que hace Pasolini entre la vida y las películas: la única diferencia entre ambas, decía Pasolini, es que la vida, mientras continuamos viviendo, no está aún editada. La muerte es a la vida lo que la edición es a la película. Es en el momento de la muerte en el que se produce el verdadero montaje: se seleccionan las escenas y se acoplan, para darles sentido. Julio, el protagonista, encuentra el sentido de la historia de Julio y Emilia cuando llega la muerte. Es por eso que la novela comienza con aquella frase.
Alejandro Zambra ha entregado una novela que conmueve por lo que comunica tanto por la forma en que lo hace. Es una narración perfectamente ensamblada y bien escrita, algo difícil de encontrar en la narrativa local. Ese podría ser una nuevo motivo de envidia para algunos, si lograran darse cuenta de lo mal escritos de muchos textos narrativos que circulan por ahí.