Adán Méndez dice que la poesía de Hernán Miranda deja un espacio pequeño y complicado para hablar de ella. Lo dice en el prólogo de
Bar abierto, la maravillosa
antología que acaba de publicar a través de sus Ediciones Tácitas. Un espacio pequeño y complicado para hablar de esta poesía... Me parece exacto, tal vez porque justamente lo que ocurre con la escritura de Hernán Miranda es que se mueve por las vastedades de la experiencia y sus abstracciones sin ningún alarde, asumiendo con naturalidad lo que para otros poetas podrían llegar a ser complejos saltos de registros, de voces, de perspectivas, etcétera, etcétera.
Conocí a Hernán en un momento en el que ambos coincidimos en la sección suplementos del diario La Tercera, en el año 98 o 99. Nos sentábamos exactamente uno junto al otro, frente a los computadores dispuestos sobre una larga cubierta que hacía las veces de escritorio colectivo. No tenía idea quién era mi colega más allá de ese espacio, y eso siguió así durante varios días, hasta que él se atrevió a pasar del saludo a las breves conversaciones que el ejercicio del periodismo permite, en medio del tráfago diario del diario -que es el medio que yo conozco. Supe de ese modo que mi colega era también poeta, viajado, premiado, complicado a veces por los acontecimientos de la vida práctica, satisfecho, en parte, anhelante... un joven poeta, simpático y buen conversador.
Al menos tres veces hemos coincidido con Hernán en la recepción del Consejo del Libro, formularios en mano, dispuestos a someternos una vez más al arbitrio de quienes deciden sobre las becas de creación para poetas con proyectos en mente, es decir, casi todos los poetas de Chile. En tales ocasiones, conversamos, por supuesto. Él es un buen conversador y yo una interesada escucha. Otro par de veces nos hemos topado en presentaciones de libros o en la calle. De pronto hemos hablado y de pronto no nos hemos sino saludado con un gesto de mano.
Creo que le regalé
Islas Flotantes a Hernán, cuando estábamos en el diario. No sé si lo habrá leído. No sé qué opina de mí; no sé si guarda alguna imagen de cuando nos conocimos.
Adán Méndez dice no recordar a otro poeta-periodista aparte de Hernán Miranda y agrega que no le parece un hecho mudo esa aparente soledad. Yo, por mi parte, digo que no conozco a otro periodista con el que pueda conversar de poesía y achicar así el mundo, con un cerco de complicidad.
TODO ENCAJA EN TODO ARMONIOSAMENTE
Hernán Miranda
El macho encaja en la hembra y la hembra en el macho
tal como el cuchillo encaja en los labios de la herida sangrante
y el árbol de corteza arrugada en el paisaje que lo rodea.
Cada palabra encaja como un rompecabezas dentro de lo conversado
así como una mirada encaja entre otras miradas
o la columna atacante en el espacio del enemigo
que se repliega a duras penas.
El extremo oriental del Brasil encaja en la costa occidental de África
y el cuerpo del atormentado en el instrumento que lo lacera
la mano del ladrón con su presa.
El vuelo de un pájaro y la caída de un pájaro encajan
y el fusilado en las balas que lo perforan
y el niño en su madre
y una boca que besa en otra boca que devuelve el beso.
La línea quebrada de las montañas encaja en la línea quebrada
del cielo que hay sobre las montañas.
El río encaja en su cauce
el mar en su lecho cóncavo
y en su cuenca el ojo lloroso y la llave en la cerradura.
Todo encaja con todo
y no parece tarea fácil desligarse de este designio.
Cómo separar al muerto de su ataúd
o la partida del viajero de su regreso.
Todo se relaciona con todo
y hasta el que se esconde en una isla solitaria
encaja como un alfiler en la solapa del olvido.
Cada cosa se disuelve dentro de otra
y hasta "el camino de subida es el mismo camino de bajada".
Al poema le es dado envolverlo todo,
evidenciar las relaciones que hacen posible
la armonía del caos.